miércoles, septiembre 20, 2006

de amistades y salvavidas

Creo que en toda amistad, hay un momento en el que se produce un punto de inflexión... y es cuando, por primera vez, vemos a esa persona quebrarse... es un punto en el que cambia la forma en que vemos y queremos a esa persona, lo vemos tal cual, con todas sus miserias. Cuando ese amigo se quiebra en nuestros brazos, cambian muchas cosas... es un verdadero momento de mierda, en el que vemos a esa persona totalmente destruida, con sus brazos vencidos, con sus penas a flor de piel, completamente vulnerable... y ahí estamos, intentando contenerlo, intentando ser un pequeño salvavidas al cual pueda aferrarse en ese mar de desilusiones, fracasos y traiciones... y acá es donde nace la verdadera amistad, acá es donde el "te quiero como un amigo" pasa a "te amo como un amigo"... yo tengo muchos amigos, y a todos los quiero... pero a muy pocos los amo.

Generalmente intuimos cuando este tipo de momentos están por llegar... generalmente vemos como de a poco ese amigo va perdiendo fuerzas, va perdiendo la voluntad de continuar... y a veces le damos la espalda antes de que él o ella caiga del todo, para evitar tener que ser un salvavidas... y no es que lo hagamos de malos, no es que seamos sádicos y disfrutemos con su sufrimiento... simplemente tal vez no tengamos un lazo afectivo lo suficientemente fuerte y consideremos que no somos nosotros los que debamos estar... o tal vez nosotros también estemos pegando manotazos en un mar de dolor, intentando mantenernos a flote, alcanzando apenas volver a la superficie cada vez que una ola nueva nos rompe encima y nos hunde; y si además tenemos que cargar con su peso vamos a terminar hundiéndonos los dos, así que decidimos dejarlo a la deriva, que intente llegar a otro salvavidas con sus últimos manotazos. Pero a veces no le damos la espalda, y ponemos nuestro hombro, intentamos que sufra lo menos posible y que se recupere pronto, nos esforzamos para ser un salvavidas fuerte, resistente, un salvavidas que sea capaz de mantenerlo a flote hasta que pueda volver a nadar, hasta que ese mar de angustia se transforme en un simple charco.

A veces este tipo de momentos llegan de golpe... a veces caen a nuestra puerta cubiertos por lágrimas... y sorprendidos le abrimos, preguntando que pasó... y lo escuchamos... intentamos aconsejarlo... y nuevamente se abren las dos posibilidades... nuevamente podemos intentar ser su salvavidas, ser un pequeño dejo de esperanza al cual pueda aferrarse con sus brazos cansados... o no, cerrar la puerta cuando salga, y no buscarlo, dejar que ese amigo se marche y se lleve sus problemas.

Cuando es la primera vez que vemos a un amigo quebrarse, tenemos que tomar esa decisión, por más que no nos guste... no hay forma de esquivarla, ni mucho tiempo para meditarla... es algo que sale de nosotros, de hecho creo que ni siquiera lo analizamos, simplemente hacemos lo que sentimos... o lo dejamos ahí, ahogándose, o nos tiramos de cabeza y nos empapamos junto a él. Y aquí es donde se produce el gran cambio en la amistad, o los lazos se fortalecen de una manera increíble, o ambos nos damos cuenta que esa amistad nunca será algo grandioso.

Varias veces fui un salvavidas... y varias veces decidí no serlo... tengo un amigo, que se llama Sergio, y la verdad nunca lo veo... pero lo amo; fue compañero mío del secundario, nos hicimos amigos, y siempre lo quise... el tiempo y el destino hizo que nos alejáramos, en un momento yo sentí que él iba a necesitar un salvavidas... y yo no fui uno... no me tiré de cabeza a su mar para ayudarlo. Irónicamente, un día yo necesité un salvavidas, fue un instante, pero necesitaba uno, el agua me había tapado y no podía mantenerme a flote solamente con mis brazos... y él lo fue... él fue mucho más amigo de lo que yo había sido. La vida nos había separado, y lógicamente, cuando pude nadar de nuevo, nuestros caminos volvieron a separarse... durante mucho tiempo no volví a verlo... me enteré que había sido Padre cuando un día lo vi con su hijo, éste ya caminaba y hablaba... y desde entonces no volví a verlo... si los cálculos no me fallan, su hijo ahora debe ir al jardín. Saber que yo no estuve, y que él estuvo, es uno de los pesos que llevo... saber que probablemente después de que él estuvo, necesitó salvavidas, y que nuevamente yo no estuve, es uno de esos adoquines que cargaré sobre mis hombros hasta que mi corazón deje de latir. Tal vez algún día tenga la posibilidad de ser su salvavidas, y tal vez... sólo tal vez... logre hacerlo bien... y tal vez, si logro hacerlo bien, si logro ser el que lo mantiene a flote... eso haga que mi adoquín sea más liviano... tal vez... tal vez no... no lo sé... pero no pido por eso... no pido por que mi adoquín sea más liviano... lo que pido, lo que deseo de todo corazón, es que sea feliz, que necesite muy poquitos salvavidas durante su vida, y que en los momentos que esté ahogándose encuentre salvavidas que lo mantengan a flote, amigos que sean lo que yo no le pude ser.


  • Imagen: Desconozco el autor, busqué salvavidas en google images y encontré esto

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