lunes, agosto 27, 2012

Despertar


El peso de lo correcto atormentaba la escasa sobriedad que conservaba. Había logrado acallar el resto de ella ahogándolo en un mar de indiferente incongruencia, pero aún conservaba esa maldita parte consciente que hundía sus garras y destrozaba recuerdos, transformando resignaciones, deseos acallados y pasiones evitadas en brasas candentes que calcinaban sus alas blancas. La traición de su amado le pesaba por sí misma, pero aún más por inicua.

Y ahí estaba él, el otro; no sabía quien, no había prestado atención a nada que dijera, ni siquiera su nombre; era rubio, tenía un poco de barba descuidada, y no sabía decir qué más, no quería saberlo, le bastaba con la esperanza de sentirse vengada, compensada. Sus manos la estaban recorriendo, buscando atravesar telas que le impedían alcanzar su piel. En su mente aletargada la realidad llegaba por oleadas; en una sintió el frío de la pared contra sus nalgas, a la siguiente se supo penetrada.

En su vientre una chispa destelló entre la negrura invernal. En un instante que la hizo estremecer, el tiempo pareció detenerse y la satisfacción de lo saldado sonrió; pero lo que podría haber sido la llama que la devolviera a la vida, que diera vuelta la página y la indemnizara envolviendo sus penas y rencores en la neblina gris del olvido fue sólo un suspiro perdido en el frío de la noche.

Tenía miedo de encontrarse con los ojos de él, de ése otro que la estaba usando para saciarse, no quería verlo, no quería besarlo, no quería nada con él… sabía que a su manera él estaba disfrutando, pero ella había sido invadida por el frío de la pared, un frío totalmente seco salvo por las lágrimas que comenzaban a caer por la melancolía del amor perdido.

Necesitó escapar, huir de allí, desvincularse de ésa que estaba contra la pared y que tenía tanto y tan poco ella a la vez. Se elevó, desplegó alas negras y supo que de continuar no habría retorno. Quiso volver, regresar al cuerpo de esa patética joven despechada, a seguir soportando el aliento envuelto en el vapor repugnante, a seguir huyendo de esos ojos; si volvía, sería soportar ese momento y luego podría levantarse para caminar lo que quedara de su sendero; supo que si lograba volver a ella sería capaz de superar todo esto… pero ya era imposible regresar, sus nuevas alas la estaban adentrando en esa noche de invierno, acercándola a las estrellas y alejándola cada vez más de aquella joven inocente que creyó haber encontrado el amor verdadero.


1 comentario:

Anónimo dijo...

hermoso cuento, triste pero atrapa