A veces me siento como una simple marioneta, atado por finos hilos a los caprichos de una mano llamada destino... y es una sensación horrible, el sentirse atado, ver como esos hilos te roban la libertad... y quisiera poder romperlos, poder tirar con toda mi voluntad hasta que cedan y se corten... pero no puedo, y me quedo así, atado, con sabor a impotencia en mi boca, ligado a un cruento juego dirigido por la ironía de la casualidad y la soberbia de la rutina; juego en el cual no cumplo mayor rol que el de un mísero juguete.
Y a veces siento que el destino se ensaña conmigo, que me muestra espejismos, pequeños atisbos de felicidad como oasis en un desierto... y yo creo en esos espejismos, los veo reales, y lucho por alcanzarlos... pero a medida que me acerco se empiezan a esfumar... y me doy cuenta que simplemente es el destino jugando conmigo una vez más, moviendo los hilos impunemente y disfrutando con mis desilusiones; un juego sádico por cierto, pero juego al fin.
Pero hay veces que el destino se olvida de mi... a veces siento que ya no juega conmigo, que no pasa nada... y no hay desilusiones, pero tampoco está la esperanza que me dan los espejismos; no sé si el destino estará descansando, si estará jugando con otra marioneta o si simplemente se aburrió de mi... no sé que será, pero conmigo no juega; y es mucho más desesperante que cuando juega, la sensación de sentirse olvidado, de estar colgando de hilos estáticos, sin perseguir algún sueño, sin alguna ilusión a la cual aferrarse... es algo realmente angustiante. Y nuevamente me invaden las ganas de cortar esos hilos, de soltarme y terminar con el juego... pero me da miedo... y si el destino tenía planeado hacerme jugar junto a otra marioneta?... si esta vez el destino había decidido regalarme un espejismo que termine siendo real?... y si justamente me dejó un momento quieto porque fue a buscar la otra marioneta?.
Creo que el concepto de marioneta puede resultar muy absolutista, porque si bien siempre estamos atados, somos capaces de tomar decisiones... y uno toma decisiones, elige; pero siempre dentro de las posibilidades que el juego nos permite. Vamos a casos extremos: yo quisiera elegir ganarme la lotería, pero lo que el destino me permite, es elegir jugar a la lotería, comprarme un billete... ganarla o no, es decisión del titiritero; o también, yo quisiera estar junto al amor de mi vida, estar junto a esa persona que me complemente... pero, conocerla o no, no es algo que yo pueda decidir... nuevamente, es decisión del titiritero, es decisión de esa mano que mueve nuestros hilos ponernos en un mismo lugar y en el mismo momento para que nos conozcamos.
La posibilidad de cortar los hilos está presente en todo momento, uno puede decidir terminar con el juego... el problema es que, no hay vuelta atrás... me pregunto si hay personas que sean capaces de cortar hilos, pero sin caer interfectos... que sean capaces de cortar no solamente sus hilos, sino también los nuestros. Me pregunto si en algún lugar hay personas que sean capaces de liberarnos, como si fueran pequeños paladines de las tijeras, o algo así... una especie de Morfeo que te ofrezca soltarte del destino. Creo que no... creo que, lo que sí hay, son personas capaces de hacer ese juego más llevadero; hacer de esos movimientos que el destino nos obliga a realizar algo soportable, sin importar su brusquedad. Incluso creo que, ahí fuera, en algún lugar, hay alguien capaz de lograr que llegue a divertirme en este juego, que llegue a disfrutar el hecho de ser una marioneta... pero que conozca a esa otra marioneta o no, es decisión del titiritero.
- Imagen: Puppeteer´s Workshop por scottpix
Creo que en toda amistad, hay un momento en el que se produce un punto de inflexión... y es cuando, por primera vez, vemos a esa persona quebrarse... es un punto en el que cambia la forma en que vemos y queremos a esa persona, lo vemos tal cual, con todas sus miserias. Cuando ese amigo se quiebra en nuestros brazos, cambian muchas cosas... es un verdadero momento de mierda, en el que vemos a esa persona totalmente destruida, con sus brazos vencidos, con sus penas a flor de piel, completamente vulnerable... y ahí estamos, intentando contenerlo, intentando ser un pequeño salvavidas al cual pueda aferrarse en ese mar de desilusiones, fracasos y traiciones... y acá es donde nace la verdadera amistad, acá es donde el "te quiero como un amigo" pasa a "te amo como un amigo"... yo tengo muchos amigos, y a todos los quiero... pero a muy pocos los amo.
Entraron en la habitación, era una suite común... sábanas y una colcha de un gris medio azulado, cortinas haciendo juego con la colcha, un jarrón con flores y dos silloncitos individuales como espectadores de la cama. Ni bien cerraron la puerta él la estampó contra la pared, le buscó la boca y coló su mano por debajo de la remera, acariciándole la panza con toda su palma, subiendo lentamente desde la cintura hacia el seno mientras sus lenguas jugaban libremente en sus bocas. Ella le acariciaba la espalda, dibujando figuras amorfas con la yema de sus dedos... le quitó la remera, lo tomó de la mano y lo guió hacia la cama.